Finalmente, y a Dios gracias, terminó la temporada electoral en Estados Unidos. Áun con una crisis financiera enorme encima, el hecho de que la transición política todavía tiene que desarrollarse de hecho y que el mundo no se detuvo en ese tiempo (para nosotros es especialmente notorio esto, con la muerte del secretario de gobernación en Election Day), podemos volver a hacer tiempo para lo cotidiano y lo banal en la lectura semanal de New Yorker.
Desgraciadamente, parte de lo cotidiano también viene con la adjudicación de viviendas sin control en E.U. Y que me lleva a pensar profundamente en mi trabajo actual (por si alguien no lo sabe, parte de los datos que manejo son las viviendas adjudicadas de GE). Independientemente de las tonterías que pudieron haber realizado los bancos americanos en el proceso de originación de créditos (mencionan el caso de un crédito a una señora de 84 años, en que cabeza cabe), el proceso completo de financiamiento hipotecario llegó a un nivel de deshumanización excesivo. Y no es que piense que los bancos tengan que ser instituciones de caridad ni mucho menos, pero tomando en cuenta que seguimos de cerca los pasos de los bancos en E.U., tendré que evaluar de forma muy personal y profunda si quiero seguir dentro de éste barco.
Pasando a algo mucho más cotidiando, y múcho más banal, aunque también mucho más importante, éste número de New Yorker fue el 'Food Issue'. Pasando de un restaurant chino que solo sirve comida preparada de la forma completamente tradicional (incluyendo su producción) a la selección de la mejor Texas BBQ del mundo (tenía varios meses a que no dejaba un artículo sin terminar), los detalles de la creación de cuchillos para un filo excepcional, sean estos de cocina o no (quien iba a pensar que los cuchillos japoneses son famosos), así como los de la creación de una sopa italiana grandemente improvisada (brodetto; Capo, si lees esto, sería bueno que dijeras a que sabe) y de cerveza artesanal poco convencional (que sencillamente no se me antojó), llegamos a un artículo sobre una pareja que escribe libros sobre platillos de distintos lugares del mundo, Asia principalmente, después de haber viajado extensivamente sobre la zona.
Da especial curiosidad esto de hacer turismo culinario. Y me da pie a hacer una especie de promesa-juramento: No comeré hamburguesas cuando salga de la ciudad donde vivo. Vamos, no soy tan aventurero como para comer rata o sesos de mono o algo sobre exótico por el estilo. Pero quiero comer algo más similar a lo que coma la gente del área que visito, no lo que estoy acostumbrado. Lo que me lleva a otro problema: ¿Y a que hora voy a viajar?
domingo, 7 de diciembre de 2008
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2 comentarios:
Me gustó este artículo... aunque la verdad, el de la aventura de Rol me durmió un poco, sé que es algo que te gusta mucho y está bien, yo solo disfruto los libros por ilustraciones ya lo sabes.
Espero que no abandones este Blog... puede prometer muchas cosas. Te mandé un correo espero que me puedas responder.
Cuídate mucho Manolete... te quiero mucho, Gisele
Tendrás que tomar vacaciones y empezar por algo "light" que no te asuste demasiado en eso de las aventuras culinarias... Si de plano lo de las vacaciones es una quimera, simpre quedan los restaurantes etnicos en la ciudad...Hay algunos muy buenos.
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