El hecho de que Kagame pretenda bajar del poder eventualmente y que no parezca un dictador hambriento de poder podría marcar la diferencia. En ese caso, Rwanda se convertiría efectivamente en un oasis de convivencia enclavado en África central, y un modelo a seguir para sus vecinos. De fallar, tendríamos una lucha étnica continua, con un posible intento de revancha de parte de los Tutsi o una continuación del genocidio de parte de los Hutu. Desde mi punto de vista, no podemos darnos ese lujo, pero en lo que a nosotros concierne, únicamente nos queda esperar que esa pequeña esperanza que puede ser el gobierno de Paul Kagame florezca.
martes, 26 de mayo de 2009
The new Yorker may 4, 2008, Rwanda
Cuando comencé a leer el artículo pensé sería una descripción de un Estado fallido y con problemas latentes. Tenía la impresión de que en un lugar donde hubiera ocurrido una guerra genocida hace tan poco tiempo difícilmente habría podido mostrar señales de reconstrucción claros. Sorpresivamente, no es el caso. Rwanda es un ejemplo ahora de integración entre sus habitantes. Y el principal responsable de éste resultado podría ser Paul Kagame, el presidente de Rwanda y líder del grupo que derrotó a los génocidaires Hutus. Sin embargo, el hecho de que se apoyen en un hombre fuerte para mantener el orden no es completamente satisfactorio. Si Kagame llegara a morir, o en el momento en que deje el poder, cómo ha declarado querer hacerlo en 2014, la posibilidad de regresar a las anteriores luchas étnicas será algo latente y que no podrá detenerse. Recordemos el caso de Yugoslavia. Después de la muerte de Tito, el equilibrio étnico en los balcanes continuó degradándose paulatinamente hasta la guerra de Kosovo; otro intento de limpieza étnica, dentro de Europa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario